El hombre de la mirada silencio
Juanita Pochet Cala.
Había lanzado el bulto a orillas del camino, se echó a
tierra con la respiración agitada, de a poco extrajo del bolsón un frasco con
agua, dejó caer un chorro sobre la nuca, la cabeza y bebió, bebió del líquido,
tirado allí, entre la yerba quemada de la tierra seca.
Tres soles le acompañan desde aquel amanecer en que decidiera dejar la vieja casa, olvidada ya en
Terraneo. El hombre de la mirada silencio, sacó los zapatos roídos y con sus
rudas manos empezó a masajear esos pies también endurecidos.
La mirada silencio se adentra al camino dejado, en ese
regreso a la infancia, se siente a saltos entre los limoneros, mientras los
padres trabajan la tierra, allí creció, fue feliz junto a sus padres, no conocía
más que del trabajo en el campo, más que cuidar las gallinas, las dos terneras,
y el viejo perro moteado con el que jugaba poco por lo viejo y cansado que
estaba.
Allí una tarde ayudó al padre a abrir un hueco en la tierra
para acomodar a su progenitora. Allí se fundieron en uno, lágrimas acumuladas
por los tiempos hizo una laguna al costado de la vieja casona, allí los
abandonó el perro viejo moteado; y allí, muy cerca de donde duerme la madre,
tres años después, en un atardecer, encontró a su padre doblado, ovillado,
inerte.
En aquella noche de luna llena, el hombre de la mirada
silencio, pala en mano, abrió un hueco para depositar el cuerpo del padre muy
cerca del de la madre, hasta cubrirlo con la misma tierra que le ofreciera
alimentos. Allí amaneció, allí anocheció. Un grito estremecedor escapó de su
garganta, de su propia alma, descorrió la ventana del cielo y aparecieron las
estrellas.
Tres soles y lunas acompañan sus pasos por ese camino que lo
conduce no sabe adónde.
En Terraneo nadie conoce a nadie, las distancias son
inmensas, desde la madrugada los hombres y la mujeres salen a trabajar la
tierra y a atender los pocos animales,
jamás se acercó persona alguna.
Con la espalda más descansada, volvió a calzar los zapatos,
acomodó el bulto apenas pesado y echó a andar por el camino que lo conduce
quién sabe adónde.
Moraleja: Un hombre
solo, es nada
1 comentario:
Esta hermosa pluma nos sumerge en ese mar de vida que con sus soles y lunas, con sus huecos en la tierra, con sus gritos desgarradores hacen que el personaje se aleje de Terraneo en busca del ser humano con quien compartir, con quien disfrutar de la Vida.
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